La libertad de expresión es uno de los derechos más valiosos en cualquier sociedad democrática. En palabras de Norberto Bobbio, vivimos en el “tiempo de los derechos”, donde la gran tarea no es tanto justificarlos filosóficamente, sino aplicarlos y protegerlos. Sin embargo, en América Latina, marcada por tradiciones conservadoras y autoritarismo histórico, sigue siendo necesario dar argumentos sólidos que justifiquen por qué la libertad de expresión es esencial, al mismo tiempo que se exige su cumplimiento real.
Este derecho no solo permite que cada persona se exprese libremente, sino que también fortalece el desarrollo de la verdad, la autonomía individual y la vida democrática. Para comprender su relevancia, existen tres grandes justificaciones de la libertad de expresión:
1. La libertad de expresión y el descubrimiento de la verdad
El primer argumento sostiene que la libertad de expresión es indispensable para acercarnos a la verdad. Siguiendo la idea del juez Oliver Wendell Holmes, la sociedad necesita un “mercado de ideas”, en el que todas las posturas puedan competir y ser contrastadas. Así, la verdad se impone frente al error mediante el libre intercambio de opiniones.
Aunque este modelo enfrenta críticas —pues no siempre todas las voces tienen el mismo acceso a los canales de difusión ni los participantes actúan de manera racional—, sigue siendo crucial para garantizar el pluralismo informativo. Además, este argumento permite establecer ciertos límites razonables, como evitar la difusión de información falsa en publicidad o proteger la vida privada de las personas.
En síntesis, el valor de la verdad no justifica todo tipo de expresión, pero sí resalta la importancia de permitir un debate amplio como vía para acercarnos al conocimiento y evitar la censura arbitraria.
2. La libertad de expresión como autorrealización personal
El segundo argumento se centra en la dimensión individual. La libertad de expresión contribuye al crecimiento moral e intelectual de las personas, al exponerlas a una diversidad de ideas que les ayudan a formar sus propios criterios y proyectos de vida.
Este proceso no solo beneficia al individuo, sino también a la sociedad, ya que ciudadanos más críticos y reflexivos generan un entorno más justo y participativo. En este sentido, la libertad de expresión es un instrumento de autonomía personal y un medio para alcanzar la felicidad y la madurez individual.
Sin embargo, este argumento también encuentra límites. No justifica, por ejemplo, que las personas jurídicas (como partidos políticos o empresas) reclamen el derecho a la autorrealización. Además, ciertas expresiones que ponen en riesgo la seguridad —como difundir instrucciones para fabricar armas— no pueden protegerse bajo este criterio.
Aun así, la conexión entre libertad de expresión y autonomía moral muestra que sin este derecho no podríamos elegir libremente nuestro rumbo de vida ni ejercer nuestra dignidad plena como individuos.
3. La libertad de expresión y la participación democrática
El tercer argumento es quizás el más poderoso: sin libertad de expresión no puede haber democracia real. Para que los ciudadanos participen de manera activa, informada y responsable en la vida pública, es necesario un debate abierto, plural y robusto.
La libertad de expresión permite fiscalizar a los gobiernos, cuestionar a los funcionarios, proponer alternativas de políticas públicas y dar voz incluso a las posturas disidentes o minoritarias. Es gracias a este derecho que las ideas políticas que hoy son minoría pueden mañana convertirse en mayoría, garantizando la alternancia y la rendición de cuentas.
Incluso el discurso que critica o cuestiona la propia democracia merece protección, salvo en casos de violencia o peligro inminente. Como señaló el juez Louis Brandeis, la mejor respuesta frente a un mal consejo no es el silencio, sino “más expresión”, reforzando así la confianza en el debate público como base del sistema democrático.
Conclusión
La libertad de expresión cumple múltiples funciones: nos ayuda a acercarnos a la verdad, potencia nuestra autorrealización personal y asegura la participación en la vida democrática. Ningún argumento, por sí solo, basta para justificarla plenamente, pero en conjunto muestran que sin este derecho la vida social, política e individual se vería gravemente limitada.
En América Latina, donde aún persisten riesgos de censura, represión y desigualdad en el acceso a la información, defender y aplicar la libertad de expresión no es un lujo, sino una necesidad para avanzar hacia sociedades más libres, justas y democráticas.
Fuente | Revista Abogacía